El esfuerzo y el trabajo bien hecho parecen de mal gusto, cosa de pobres, olor a sobaco y barrigas por encima del cinturón.
Acabamos de llegar y ya nos lo merecemos todo. Al y al cabo hemos tenido un debút de primera, hemos ganado hasta ahora y hemos estado a la cabeza. Ahora bien, lo que dignifica a un ganador no es solo saber ganar. Francamente, saber ganar creo que es fácil.
Lo que de verdad da la medida de la valía de lass personas es su comportamiento cuando las cosas no salen como se presupone.
¿Estamos a la altura? ¿podríamos sobrellevar un suceso adverso? ¿una catástrofe?
No, creo que no. Ya nos hemos acostumbrado a un mundo superacesible donde tenemos derecho a todo.
Tenemos que ganar siempre o será culpa de alguien o de algo, nunca admitiremos nuestros propios errores.
Tampoco admitiremos que si hemos tenido éxito repentinamente, contra todo pronóstico, a lo mejor también nos ha acompañado el factor suerte o hemos recibido ayuda de los hados o de otros no tan presentables.
Que no solo se trata de ser muy buenos, muy eficaces. El factor suerte es una parte importante del éxito, en ocasiones lo es todo.
No saber perder pues retrata la valía de uno mismo como persona. también demuestra nuestro grado de madurez. Cuando uno está maduro es cuando encaja las derrotas, aprende de ellas, son como Masters dolorosos, que no se pagan con dinero sino con un poco de vida.
El verdadero triunfador debe aprender a disfrutar los triunfos, si, a saborearlos, y debe aprender a encajar las derrotas proponiéndose ser mejor la próxima vez y felicitando con caballerosidad al vencedor.
Eso y no otra cosa califica a los verdaderos vencedores, a los que se ganan el respeto de sus semejantes y no la enquina o la envidia por sus triunfos.
A ver si te enteras Hamilton. ¿O de quien pensabais que estaba hablando. :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario